Con el cambio de vida comencé a experimentar una sensación extraña de vacío donde mi estómago está feliz de recibir comida justo como siente que lo merece, mi espíritu se siente tranquilo y esperanzado, pero mi corazón está un tanto desanimado.
Hace poco mi madre se regresó a Venezuela y el no verla a ella ni a mi hermanita (que tanto amo) me hace sentir que todo lo que está pasando es irreal, extraño los abrazos de mi novio, reunirme con mis amigos para festejar, los llantos de esa bebé a quien vi nacer y juré siempre cuidar. Ya llorar no vale de nada, solo hace más difícil mi estadía.
Yo se que la he tenido mucho más fácil que otras personas porque tengo techo, familia y comida, pero nada remplaza el calor humano de los tuyos, los más cercanos, esos a quienes veías a diario. Es difícil pensar que debo resignarme y dejar el miedo hacia esta nueva vida, pero ¿cómo no sufrir de pánico si me siento sola mientras estoy rodeada de unos poco?
Las personas de este lado del mundo han sido amables, sin embargo aún me rehúso a dejar atrás mi antigua vida, y más que ello, dejar de lado a las personas que en realidad me apoyaron y lo siguen haciendo con todo el corazón.
Incluso, encontrar trabajo me está volviendo insegura, pero aquí sigo, con la firmeza que me caracteriza, sin dejarme arrollar por mis miedos, con la cara en alto mirando hacia las dos banderas que llevo en la sangre.
Suscribe Roxana... "Un viejo sabio algún día dijo que las cosas grandes están por venir y creo que ello necesita de todas nuestras fuerzas para alcanzarlo"
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